Gracias a Dios, sí hubo personas que se interesaron, entre ellas Antoine Agustín Parmentier, farmacéutico del ejército francés, que en la Guerra de los Siete Años fue prisionero de Federico “El Grande” por tres años y subsistió gracias al consumo de éste tubérculo, agradecido por esta maravilla aconsejó al Rey Luis XVI que estimulara el cultivo de este tubérculo a los campesinos. Cuenta la historia que hizo sembrar este tubérculo, patrullándolo por las mañanas con soldados y que por las noches los soldados “misteriosamente desaparecían”, creando gran curiosidad entre los campesinos, terminando los campesinos por robar este producto por las noches, pues “si el Rey lo cuidaba de tal forma, es porque era algo muy bueno”.
Remontándonos un poco en la historia, sabemos que el viejo mundo dependía mucho de los cereales como una gran fuente alimenticia, sin embargo pasaron por muchos problemas periódicos de hambruna, entre ellos por problemas climáticos.